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La Casa de la Calle Maple

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LA CASA DE LA CALLE MAPLE

Era un barrio de los años sesenta como cualquier otro. Su calle amplia, sin ninguna pequeña basura en sus aceras... los jardines de cada casa estaban perfectamente cuidados, con sus hortensias, rosas, pinos y girasoles brillando a la luz del sol. Las fachadas pulcramente pintadas. Ninguna persona pensaría que en la calle Maple pasaran cosas insólitas. Pero lo cierto es que los habitantes de la vivienda número 7, eran un poco extraños.
Y es que nadie podría notar cosas que cuando suceden, da la ilusión de que no pasa nada.
La familia Hallow era la dueña de la casa número 7 de la calle Maple. Emily Hallow era una señora alta, delgada, pálida y de pómulos muy marcados. Tenía el cabello negro y ondulado, que siempre lo tenía amarrado con una coleta. Su esposo, el señor Hallow, era gordo, también alto, cara redonda y simpática y siempre vestía de traje, ya que trabajaba de ingeniero en una empresa de aviones.
Ellos tenían un hijo llamado Joe, de 8 años, era rubio, como su padre, delgado y tímido.
Los vecinos no hablaban mucho con ellos, ya que los Hallow eran un poco apartados en lo que se refiere a relaciones sociales.
Una noche, cuando se disponían a cenar, una antena que había detrás de un cuadro que representaba un paisaje otoñal, empezó a vibrar produciendo un zumbido.

- ¡Bien Joe! – exclamó el señor Hallow – ¡ha llegado la hora! Querida, ¿podemos cenar en el el viaje?, ¡no hay tiempo que perder!
- Está bien, pero que la emoción no le quite el apetito a Joe, mira que está un poco flaco para su edad... – respondió su mujer.
- ¿Por fin llegó el día papá? ¿Podré conocer el Universo Paralelo? ¡Genial! – exclamó el chico levantándose de la mesa.
- ¡Ey! Te dije que no ibas a levantarte hasta que te comieras todas las alverjas!

El Mundo Paralelo era un lugar fuera del planeta Tierra, donde vivían criaturas fantásticas y algunos familiares del señor Hallow. En ese lugar había muchas especies extrañas, gnomos, duendes, elfos, sirenas y gigantes. Para poder viajar ahí, se necesitaba tener genes morphits, que muy rara vez se daba en los humanos y de forma aleatoria. El señor Hallow fue el afortunado de poseer un morphit. Cuando conoció a la señora Emily, él le reveló su secreto, y en cuanto se casaron, le enseñó el mecanismo mágico que había detrás del cuadro otoñal. Ese día, ella casi se desmaya.
La antena vibraba cada vez que había permiso para viajar al Mundo Paralelo con seguridad, ya que de vez en cuando los satélites terrestres impedían un viaje tranquilo.

- ¿Activaste los dispositivos de invisibilidad querida? – preguntó el acalorado señor Hallow, que corría de allá para acá, preparando los mecanismos que hacían volar la casa a una velocidad supersónica.
- ¡Eso hago William! Es tan gracioso que mientras nosotros estamos fuera del planeta, los vecinos ni se enteren de que la casa no está... – respondió ella mientras encendía un botón morado, grande y reluciente – ¡sólo los animales pueden vernos! – apretó el botón que se encendió un momento y extrañamente se apagó a los segundos. La señora Emily descuidada no notó ese pequeño gran detalle.
- Mamá, ¿crees que ahora que tengo la edad suficiente para ir al Mundo Paralelo, pueda traerme un gnomo a casa? – preguntó Joe con su vocecilla aguda y bajita, mientras se servía otra cucharada de alverjas.
- Ni lo sueñes Joe – respondió su madre – a la Tierra es prohibido traer cualquier cosa que venga de allá, además la casa tiene sensores de partículas mágicas, así que de todas maneras sería imposible llevarnos algo – el niño frunció el seño – Lo siento tesoro.
- Todo listo – dijo el señor Hallow – estamos en línea y preparados para partir ¿Segura que activaste el equipo de invisibilidad e ilusión para que parezca que la casa sigue aquí?
- Por supuesto William, además del silenciador para el motor, no queremos que nuestros queridísimos vecinos de al lado, escuchen el despegue – terminó de decir Emily mientras recogía el plato de su hijo, que había acabado de comer de una manera anormalmente rápida.

William Hallow subió al ático, donde se encontraban los mecanismos principales para hacer despegar la casa. Preparó las palancas, dio la señal de que iban en camino al Mundo Paralelo mediante un receptor de mensajes y apretó el gran botón rojo.

Toda la casa se iluminó de blanco. Un gato observaba el espectáculo desde el otro lado de la calle, detrás de un basurero de la casa del frente. Vio como empezaba a salir vapor desde los cimientos, y como todo el piso empezaba a temblar. ¿El piso estaba sacudiéndose? Algo iba mal.

Fue un despegue perfecto, (por no decir casi perfecto). Los pinos del jardín se sacudían con el viento que producían los motores de la casa de los Hallow. Una luz poderosa iluminó todo. La casa de los Hallow estaba flotando y se disponía a partir a toda velocidad hacia las estrellas. El gato color canela que estaba mirando, salió huyendo a toda velocidad, lejos de la calle Maple...

La casa subió y subió unos metros más y de pronto, desapareció.

- ¡Hemos llegado! – gritó el señor Hallow bajando las escaleras ruidosamente - ¡Ya verás todo lo que hay aquí Joe! ¡Te encantará!
- Abrígate bien hijo –ordenó Emily – aquí hace un poco más de frío que en nuestro mundo.

Abrieron la puerta de la casa y el pequeño Joe se encontró con una escena impresionante. Un lago enorme de color violeta se arremolinaba con el viento, mientras que docenas de sirenas se bañaban en las orillas.
Lejos se podía ver un bosque encantado, de donde salían aves que Joe nunca antes había visto. Miraba todo con una expresión de asombro y el brillo de sus ojos demostraba la felicidad que sentía. Pudo vivir 8 años para vivir ese momento.
Sus padres lo empujaron para que caminara y fueran a conocer más de ese maravilloso lugar. Pequeños gnomos corrían alrededor de los 3 humanos que caminaban con dificultad entre gorritos rojos que iban de allá para acá y las sirenas los saludaban con la mano, sonrientes desde el lago. Los elfos se asomaban entre los sauces del bosque, para espiar quien había dejado una casa aparcada en medio de la naturaleza.
En el transcurso del día (porque en el Mundo Paralelo la noche de la Tierra, era el día ahí y viceversa) continuaron mostrándole a su pequeño hijo, el mundo que cuando fuera mayor, heredaría al igual que su padre.

Era hora de regresar después de una experiencia maravillosa que el chico quería volver a vivir muy pronto.

- ¡Un minuto más papá, por favor! – exclamó Joe, que tenía los pantalones sucios, producto de jugar con los niños elfos en el bosque.
- No podemos hijo, es el tiempo limitado, de ahora en adelante, si te portas bien, podrás venir todas las semanas, ¡sé paciente!

Entraron nuevamente a su famosa casa y se prepararon para un nuevo despegue. Otra vez el señor Hallow subió al piso más alto de la residencia, donde se encontraba la cabina de traslación y tocó el botón rojo.
La casa subió como lo había hecho la primera vez, haciendo que se levantara el polvo del bosque. Desde afuera las criaturas mágicas se despedían con la mano. Joe los imitaba desde la ventana, sonriéndoles y prometiendo que volvería pronto. Un instante más tarde, se encontraba viendo la casa del frente de su vecino terrestre, pero no solo había eso, estaban rodeados de policías. Miles de luces rojas y azules rodeaban la casa, y gritos de asombro invadieron la calle Maple. Los vecinos también se encontraban ahí.

- ¡Papá! ¿Por qué nos están viendo? – gritó asustado Joe, que corrió a avisarle a su padre que bajaba escandalizado las escaleras.
- ¡No es posible! ¡Santo Dios! ¡Los dispositivos de invisibilidad!
- ¡Pero si yo los encendí William! ¡Te lo juro! – exclamó llena de pánico su esposa, que corrió a la ventana para comprobar la horrorosa verdad...
- El botón morado está apagado... – musitó el señor Hallow – ¡¡¡¡¡EMILY!!!!!





Moraleja:  hasta el más pequeño detalle en un gran plan puede arruinarlo todo. La señora Emily, tan preocupada por las alverjas de Joe, no prestó atención al reluciente y bonito botón morado de invisibilidad. Dale importancia a todo lo que haces y dices, ya que un simple error, puede llevarte al desastre.





Andrés Castillo.
La casa de la calle Maple es uno de los cuentos del libro de "Los misterios del señor Burdick" de Chris van Allsburg.

Cada cuento consiste en un título, una frase (en mi caso "el despegue fue perfecto") y una imagen.

Yo escogí este para hacer la tarea de Redacción Publicitaria I, y me inventé esta historia.

Espero que les guste! :D
© 2008 - 2024 DrewCastle
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